jueves, 25 de agosto de 2011

CAPITALISMO GORE EN GANDHI MÉXICO

Para aquellxs que pudiera interesar:

Capitalismo Gore, ya se puede conseguir en México en las librerías Gandhi. Más información aquí


miércoles, 3 de agosto de 2011

Mafias, capitalismo gore y transfeminismo

Un café con Sayak Valencia

PIKARA MAGAZINE

Enviado por M en conflicto el 3 Agosto , 2011

Son las seis de la tarde y Sayak Valencia (filósofa, poeta, ensayista, exhibicionista performática y doctora europea en filosofía, teoría y crítica feminista) conduce con su hermana por el boulevard Insurgentes en Tijuana, hablando de las cosas que una habla con su acompañante mientras conduce.

El vehículo de delante es un pick up negro, sin matrícula. Lleva la cajuela repleta de bolsas negras de basura.

En un vado una de las bolsas salta y se desgarra, dejando caer al asfalto el torso descuartizado de un hombre que aún conserva la cabeza. Un hombre joven, moreno, de ojos grandes.

Sayak esquiva el cuerpo y no puede detenerse, así que continúa conduciendo. Cuando puede mirar a su hermana desde su terror le pregunta qué es lo que ha pasado, deseando que le diga que ha sido una alucinación: “Era el torso de un hombre descuartizado, Sayak, esto es Tijuana”. La respuesta llega sin miedo, sin asombro. Esa escena dolorosamente real es la semilla de Capitalismo Gore, el ensayo de Sayak del que hablamos ahora, en el espacio de seguridad virtual de un café librería en Madrid.

“Nos están matando, nos estamos matando, nos regocijamos y consumimos y seguimos alimentando el engranaje capitalista. Pero el engranaje capitalista ya no está solo fuera, en el espacio del consumo, sino que está dentro y también está haciendo de nuestros cuerpos productos de consumo en una forma muy violenta y explícita”

¿Por qué capitalismo gore?

Es evidente que el capitalismo es gore. El capitalismo gore es un secreto a voces y había que decirlo en alto, había que ponerle un apellido al término capitalismo que fuera suficientemente popular en la cultura. La palabra gore, la pronunciemos en castellano o en inglés, tiene una representación en las cabezas de la gente, es una invocación a una imagen muy concreta de desmembramiento, derramamiento injustificado de sangre, que pasa también a través del cuerpo y que le pasa sobre todo a los cuerpos.

La destrucción de los cuerpos era una de las grandes preocupaciones de mi trabajo. Nos están matando, nos estamos matando y nos estamos haciendo daño y nos regocijamos a través de eso y consumimos y seguimos alimentando el engranaje capitalista. Pero el engranaje capitalista ya no está solo fuera, en el espacio del consumo, sino que está dentro y también está haciendo de nuestros cuerpos productos de consumo en una forma muy violenta y muy explícita.

Quería también hablar de algo un poco terrible y colonial: la idea de barbarizar al otro. Lo gore siempre lo hacen aquellos que se supone que no están civilizados, aquellos que están por detrás de lo legítimo. En el caso del narcotráfico en México, estos sujetos no legítimos que legitiman su poder y su masculinidad a través del uso explícito de la violencia.

Y también era un juego porque era decir: ¿Es igual de gore que lo hagas con un machete o que lo hagas con un AK 47 a que estés desviando fondos de las pensiones de la gente del primer mundo? Estás destruyendo el cuerpo de esta gente de otras maneras, y eso también es muy gore, pero es gore de cuello blanco.

Este capitalismo gore, ¿es algo propio de los países considerados “tercermundistas”?

No, lo quise acotar en México y en el tercer mundo, siendo consciente de que “tercer mundo” es un término políticamente incorrecto. A mí me causa muchísimo interés y curiosidad que para términos como primer mundo o tercer mundo se utilicen disfraces lingüísticos como “países en vías de desarrollo” para ocultar una realidad que sigue siendo tercermundista. Es curioso que se haga eso pero que en cambio haya tanta resistencia a cambiar estereotipos sexistas en el lenguaje. Me da mucho que pensar cómo ciertas herramientas para cambiar el contenido simbólico de las palabras no funcionan cuando se enfrentan al sexismo y al machismo, pero cuando se aplican a realidades económicas ilegítimas, de alguna manera sí se pueden cambiar. Habla mucho de la autoridad, de quién está autorizado para cambiar los términos y por qué.

El primer mundo está plagado de un devenir tercermundista, los grandes ejes económicos y lo que conocemos como países desarrollados, conviven con un espacio físico, simbólico y poblacional que está tercermundizado. La violencia gore no es solo sólo propiedad de países lejanos del tercer mundo, sino que también se ejerce en el primer mundo de una manera distinta. Para mí, la precarización económica en la que vive el primer mundo ahora obedece no a que el sistema haya colapsado de un día para otro, sino a las lógicas del Reaganismo y del neoliberalismo feroz que se empiezan a aplicar como biopolítica en los años 80. Como dice David Harvey, el capitalismo nunca resuelve sus crisis, sólo las desplaza geopolíticamente. Como cuando echas la basura al patio del vecino, y luego al del otro vecino… Va a haber un momento en el que ya no se va a poder echar la basura a otro sitio y vas a tener que quedarte con la tuya, y eso es lo que está pasando con la crisis económica.

Entonces es de suponer que el quehacer empresarial del capitalismo gore también se va a deslizar geopolíticamente al primer mundo…

Claro, y de hecho ya está: todas las mafias, la rusa, la chechena, la italiana están en Europa desde hace 200 años. Es curioso, en el siglo XVI nace la mafia en España y es uno de los brazos adyacentes de la iglesia. Es la iglesia la que crea una rama para cobrar los favores del rey de manera violenta, pagas porque golpeen a alguien, porque le maten… Y eso lo cobra la iglesia. Luego llega la camorra italiana.

A partir de la desestructuración de la URSS y la guerra de los Balcanes, la gente empezó a entrar en el crimen como espacio de empoderamiento porque no había nada más. No digo que sean solo los países del Este los que tienen el copyright sobre la mafia. Aquí toda la Costa del Sol española está masificada de especulación que es inversión para lavar dinero, y viven un montón de mafiosos, es como el lugar de descanso de la mafia.

Además, en el primer mundo hay un espacio de consumo gore muy fuerte: por un lado las drogas, pero no solo eso, el ocio espectacularizado sobre la violencia y el asesinato en otros países, y un culto y una glamourización de los criminales, los videojuegos, el cine, las series…

“Ser un macho legítimo pasa por ser un hombre que es proveedor económico, pero también por practicar la violencia de baja intensidad o alta intensidad al relacionarse con el otro. No hay posibilidades de agenciamiento para los chavales al margen del crimen”

¿A qué te refieres cuando hablas de sujetos endriagos?

El endriago es un personaje de las novelas de caballería española del siglo XVI, un monstruo contra el que lucha Amadís de Gaula, que es el hombre legítimo blanco, conquistador, esta arquetipización del género y del poder en esa época donde se estaba fraguando la colonización de Latinoamérica.
Hay una descripción del endriago como un monstruo que está fuera de sí, y vive en territorios que no sería posible habitar. Cuando yo leo esa descripción pienso que esos territorios son muy parecidos a las fronteras mexicanas: desérticos, agrestes, peligrosos…

El endriago es un ser bastante violento, un monstruo en sí, pero me dí cuenta de que también es una descripción del otro. Se animaliza al otro, se le bestializa para poder oprimirlo y legitimar sus políticas de colonialización.

Es como yo denomino a la clase criminal internacional y al proletariado gore, a todos aquellos que se dedican al crimen para poder tener una legitimidad económica, un empoderamiento económico y una participación en la masculinidad hegemónica. La construcción de lo masculino en México, pero también de la masculinidad en general, es un espacio muy reglamentado, jerárquico, con los presupuestos bastante inmóviles e inmovilizantes para quien quiera detentarlos, y que tiene muchas cláusulas, aunque las que se repiten constántemente en la mayoría de las culturas pasan por el empoderamiento económico.

Ser un macho legítimo pasa por ser un hombre que es proveedor económico, pero también por practicar la violencia de baja intensidad o alta intensidad al relacionarse con el otro. Tienen que despreciar la vida, la suya y la del otro, la de las mujeres, los débiles. Es alguien que no puede expresar sus sentimientos de una manera que no pase por la soberbia y por el despliegue de violencia.

En un espacio donde no hay posibilidades de agenciamiento al margen del crimen, cuando los chavales no tienen un proyecto de vida, y además se les exige el hiperconsumo, que sean válidos, no tengan miedo, sean machos… La patria mexicana está construída en base al arquetipo posrevolucionario del macho. ¡Pues claro que tus criaturas te van a devorar! ¡Tú las creaste, ahora hazte cargo!.

Mientras no repensemos la construcción de los géneros, que son términos binarios, inmóviles e inmovilizantes, esto se va a seguir desestructurando.

¿Hay alternativas o vivimos un devenir inevitable hacia el capitalismo snuff?

Alternativas siempre puede que haya. En un principio yo quería ponerle nombre a estas cosas, necropolítica, capitalismo gore, sujetos endriagos, transfeminismo… En México, mi propuesta empieza por la educación no sexista, la reformulación de los códigos de género, y desde ahí, pasa por tres etapas que me parecen importantes:
revisar de manera crítica la manera en que performamos feminidad y masculinidad y su relación con la violencia. Después, descolonizarnos mentalmente, no sólo económicamente, porque hay mucho racismo y xenofobia internalizada. Y por último, no tener miedo a que el feminismo sea una herramienta de construcción de discurso; es algo que nos va a ayudar a vernos desde otro sitio.

“Mi propuesta: revisar cómo performamos feminidad y masculinidad; descolonizarnos mentalmente y no tener miedo a que el feminismo sea una herramienta de construcción de discurso”

Lo primero, revisar de manera crítica la manera en que performamos feminidad y masculinidad y su relación con la violencia. Después, descolonizarnos mentalmente, no sólo económicamente, porque hay mucho racismo y xenofobia internalizada. Y por último, no tener miedo a que el feminismo sea una herramienta de construcción de discurso; es algo que nos va a ayudar a vernos desde otro sitio.

La gente se está moviendo, ya son 40.000 muertos en los últimos tres años y eso es muchísimo, y creo que la gente tiene mucho miedo pero están empezando a hablar y hay mucha inquietud por cambiar las cosas. Se están empezando a organizar ciudadanamente y creo que el pelear por los derechos civiles que hemos tenido pero se nos han ido arrebatando también pasa por ahí. Existen soluciones, pero hay que ser muy locales, trabajar en lo comunal, en lo comunitario, en cambiar el rostro de tu pequeña comunidad y decir que estas democracias de escaparate tienen que dejar de ser de escaparate y comenzar a cumplir sus funciones.

Los criminales han tocado a las altas esferas, ya no es sólo la gente de a pie, y de alguna forma también es un: “Ya no tienes el poder, ahora lo tenemos nosotros”. Y la cosa es cómo usan ese poder, es un poder que no es un espacio de reivindicación, sino una distopía, porque sobre todo se basa en el machismo y en la violencia.

Es una insurreción económica…

Sí, es como un espacio de postcolonialismo in extremis a través de la violencia, y son subjetividades contradictorias, pero este hecho hace que otras personas se levanten desde otros lugares y hagan agenciamientos.

¿Hay capacidad de respuesta desde los feminismos?

Yo creo que la respuesta empieza desde el discurso, porque en México nos estaba pasando algo pero no tenía nombre. Por eso escribí Capitalismo Gore, porque me estaba pasando algo en el cuerpo pero no tenía nombre. Cherry Moraga dice: “El silencio es como el hambre, no sabes pero te pasa, y te pasa por el cuerpo”. Y pensé que si me estaba pasando a mí le estaba pasando a mucha gente, que hay un espacio de miedo endémico que hace que te encierres, que estés asustado y estresado.

Los feminismos pueden combatirlo desde varios lugares, los feminismos latinoamericanos y mexicanos tienen muchas particularidades y a mí me parece muy interesante el lugar del agenciamiento. En el norte el contacto con la muerte es muy directo, los asesinatos y las mafias… Así que el feminismo norteño tiene un aspecto más práctico, menos discursivo y más asentado en la acción. El feminismo del centro tiene más que ver con una articulación y un discurso que a mí también me parece necesario, y el feminismo indigenista pasa por la conservación de ciertas tradiciones y el respeto hacia la tierra, y siempre va a tener un discurso diferente, porque estas mujeres también tienen una relación muy cercana con la violencia, representan lo que nadie quiere ser: pobres, indígenas y mujeres. En la configuración del estado y de la legitimidad, estas tres cosas no entran, ni existen. Hay muchas personas fuera de ese sistema, todo el país es “el otro”. En realidad, lo único que tenemos que quitarnos es el disfraz del blanco, el rollo del travestismo racial que tenemos es terrible, y hay cosas más importantes por las que pelear.

Si esto es algo que se siente en el cuerpo y a lo que no se le puede poner nombre, ¿hay un espacio de resistencia también en el cuerpo?

Sí, es algo que tiene nombre pero no tiene uno solo, son muchos nombres, dependiendo de las especificidades de cada cuerpo. Yo como mujer fronteriza, mestiza, tengo unas especificidades, pero los cuerpos sí son cuerpos de resistencia. Cómo resolver la vulnerabilidad del cuerpo es algo que por un lado nos conecta a todos, y ahí es donde me interesa llegar. Que maten a otro significa que tú puedes ser el próximo y que todas y todos hemos sido lastimados en algún punto de nuestra vida, de una manera u otra y todos sabemos que el dolor es un espacio de contacto.

“Hay que pensar el dolor como un espacio político, la vulnerabilidad del cuerpo como un espacio de empatía, y decir: ¡Es importante, mi cuerpo es importante, y el tuyo, y no vamos a permitir que nos maten!”

Por eso hay que pensar el dolor como un espacio político, la vulnerabilidad del cuerpo como un espacio de empatía, y decir: ¡Es importante, mi cuerpo es importante, y el tuyo, y lo que no vamos a permitir es que nos maten, porque cuando te matan te lo quitan todo! Es una cosa muy obvia, pero a mí me interesa trabajar con lo obvio, porque es tan obvio que ha dejado de ser importante.

Se trataría de crear redes de empatía cuerpo a cuerpo…

Sí, es pensar más allá del prejuicio moral. Y yo trabajaría los núcleos duros de los movimientos, sobre todo la izquierda, porque a mí no me interesa hacer diálogo con la derecha. Para mí los dos núcleos duros para pelear son la homofobia y el machismo en la izquierda. Si trabajamos desde esos dos lugares, podemos hacer cosas con ellos y con nosotras, y con los demás, pero que se lo cuestione todo el mundo hacia dentro y hacia fuera. No es sólo la manera en la que me han oprimido, sino en la que yo he oprimido también.

Las alianzas no tienen que ver con casarte con nadie ni con estar de acuerdo en todo lo que se diga, sino con algo estratégico. Esta es mi lucha ahora, y me interesaría trabajar contigo por esta meta común. Proyectos concretos, no todo para todos siempre. Los todos, libertad, democracia… hay que revisarlos con cuidado, porque muchas veces nos los dan y no sabemos ni lo que quieren decir.

Hablas de transfeminismo. ¿Podrías explicar a qué te refieres?

Los transfeminismos. La manera en que yo ejercito el transfeminismo es muy concreta. Hemos empezado a fraguar la idea a partir de muchos encuentros, muchas ponencias, mucho diálogo… Se ha empezado a hablar de transfeminismo comoforma de revisitar el feminismo y la teoría queer, y repolitizar ambas cosas. Aunque el feminismo siempre ha estado politizado, pero vamos a repolitizarlo y a situarlo en el Estado Español, y vamos a articular una lucha consciente en la que el sujeto no sea sólo el cuerpo que ha sido denominado como femenino, sino también lxs migrantes, lxs transgénero, y con otros tránsitos, otras desobediencias posibles a los sistemas de poder sobre los devenires minoritarios, contra el devenir mujer, sobre estas opresiones que el capitalismo nos inscribe en el cuerpo.

Porque los varones también empiezan a estar precarizados, económica y emocionalmente, y ahí yo hablo de un espacio de devenir mujer en la masculinidad. El transfeminismo es un espacio de alianza con esos cuerpos periféricos, que no se adscriben al sistema de poder y pueden hacer una crítica. Pero a mí el transfeminismo sin feminismos, sin el devenir mujer, no me interesa. Puedes ser de la diferencia o de la igualdad… Lo importante es el agenciamiento que haces.

¿En qué estás trabajando ahora?

Estoy trabajando con masculinidades, porque como sudaca y como mujer, con esta ambición antropológica de quién es legítimo para estudiar a otros, yo no lo sería. A mí me interesa estudiar las masculinidades, porque yo estaría muy lejos de todo esto, pero me parece que la performance de la masculinidad es un espacio muy interesante y quiero saber de qué va. Y con una cosa que estoy empezando a denominar emogore.

Algo había oído de una novela…

Se llama “A drift`s book”. Que es algo así como el libro de los naufragios, aunque adrift es también alguien que está por ahí sin rumbo, como un nómada. Y es el libro sin rumbo. Es también una novela que juega mucho con los géneros, y con el género literario. Es un detective trans de femenino a masculino. Es transexual porque se ha reasignado, aunque él dice que se ha resignado: después de reasignarse se da cuenta de que no es un hombre, que no sabe qué es un hombre y nunca ha sabido qué es una mujer.

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